domingo, 30 de noviembre de 2008

Pego una nota sobre la peli VIRGENES SUICIDAS que salió en Siamesa. Todos saben que es una de mis pelis preferidas. Sin embargo, todo esto no lo escribí yo. Pero cuando la leí tuve esa conexión casi casi como si la hubiera escrito. Ceci, además, es una amiga muy linda que no deja de sorprenderme.





Azul - Violáceo

Por Cecilia Musicco



Amanecer en un campo de juego, y en ese crepúsculo matutino, de somnolientos colores coagulados, se levanta Lux. En su personaje de virgen suicida, Kirsten Dunst con el pelo revuelto, testigo de todo acontecimiento, abre los ojos y busca sus zapatos.
La escena es corta, apenas son 40 segundos, pero de una contundencia letal. Lux no llora. Sólo abre los ojos, despeja los cabellos rubios- húmedos de solitario rocío- de su rostro. Mira al costado, él no está y ella lo sabía, de algún modo ya lo sabía. No maldice, no se lamenta, recoge sus zapatos desparramados y se va. La cámara no la acompaña, ella se va sola. Su voz no dice nada, pero ese campo, tan verde y tan pastoso, y esa luz… tan azul y casi violeta del amanecer lo refleja todo. Todo su ahogo y abandono de adolescente después de día de fiesta. Y con esto… la música… los sonidos de Air hacen el resto, dan marco a esa despedida ausente de Trip. Es la música, que en su poder recapitulador, nos dice a nosotros, a los espectadores, lo que Trip no le dijo a Lux: Adiós, eso fue todo…después el vacío.
Y si continuamos quince segundos más, en la próxima escena, vemos los ojos:
¿Tristes? ¿Rábicos? ¿Angustiados? ¿Desilusionados? de Lux, en el auto a su casa, con la sarcástica coronita de reina de la noche sostenida entre sus dientes.
Tampoco hay palabras, solo ojos afligidos.
Por supuesto que más tarde, en otro capítulo de la historia, Trip tendrá una explicación para todo ello. Pero eso ya no importa, no solo por que la explicación dada no es considerada técnicamente válida, sino porque simplemente… eso ya no importa.
Porque ya hemos aspirado de esa atmósfera triste y melancólica, de adolescente desencantada en esa experiencia de la nada, que nos propuso ese color tan azul violáceo sobre ese pasto salpicado de soledad.

sábado, 29 de noviembre de 2008

la frase del viernes:

- Y bueno... voy a hacer de cuenta que hoy es mi cumpleaños.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Dios salve a los clásicos

Estoy podrida de escuchar a mis amigos diciendo:

- No, no me digas que no la viste.

Me opongo a la creencia de que hay que mirarse todas las películas sin ninguna clase de pudor. Siempre hay que guardarse los clásicos para un momento especial de la vida. Es como con el sexo. Primero el deseo.

Lamentablemente los clásicos en el cine no abundan tanto como pensamos. Es más, son muy pocos. Sobre todo en proporción a la literatura. Por eso hay que utilizar cada uno con la precisión de desarme nuclear.

Pero bueno, ahora voy a hacer la confesión: sí, sí, horrorícense de mí: Nunca había visto Atrapado sin salida.

Qué hijo de puta Jack Nicholson. Qué buen actor. No es una novedad lo que estoy diciendo, pero el tema es que nunca soy muy fetichista con las actuaciones. Así que cuando yo halago a un actor (que no me parezca que está fuerte) es porque realmente me impacta. Jack es uno de esos. Y le digo Jack, re confianzuda.

Y hablando de actores, qué personaje más impactante el del indio. O el amerindio, para ser políticamente correcta (ja, ja). Ya desde el principio se nota que trae algo especial. Tal vez por ese cuerpo enorme que parece vacío, que se mueve como si fuera un hueco. Tal vez sea por la torpeza aparatosa de los cuerpos grandes. Pero ya desde lo corporal se va construyendo a este entrañable personaje en el psiquiátrico. El único cuerdo, tal vez. El camuflado. El único libre al final. (El de Billy también es muy lindo personaje.)

Bueno, es re tarde pero tenía ganas de postear algo. Ahora me voy a dormir y mi colchón ahuecado de un lado más que del otro me llama. Pero quería hacer estas observaciones.

Siempre me gustaron las metáforas corporales: es para pensar: el camuflaje, el cuerpo desbordado, la locura, los psiquiátricos, el cuerpo adoctrinado, el cuerpo preso, el cuerpo muerto.

Pienso en Leolo y su hermano que luego de ser humillado por los típicos guapitos del barrio, se vuelve musculoso y enorme, y sin embargo, vuelve a ser humillado por los mismos pelutoditos de siempre aunque pasen muchos años y sus pectorales se hayan vuelto tan enormes que apenas entre por la puerta. Esa escena es genial.

El miedo está adentro.

Sea uno muy grande.

Muy pequeño.

Hombre o mujer.