miércoles, 19 de noviembre de 2008

Dios salve a los clásicos

Estoy podrida de escuchar a mis amigos diciendo:

- No, no me digas que no la viste.

Me opongo a la creencia de que hay que mirarse todas las películas sin ninguna clase de pudor. Siempre hay que guardarse los clásicos para un momento especial de la vida. Es como con el sexo. Primero el deseo.

Lamentablemente los clásicos en el cine no abundan tanto como pensamos. Es más, son muy pocos. Sobre todo en proporción a la literatura. Por eso hay que utilizar cada uno con la precisión de desarme nuclear.

Pero bueno, ahora voy a hacer la confesión: sí, sí, horrorícense de mí: Nunca había visto Atrapado sin salida.

Qué hijo de puta Jack Nicholson. Qué buen actor. No es una novedad lo que estoy diciendo, pero el tema es que nunca soy muy fetichista con las actuaciones. Así que cuando yo halago a un actor (que no me parezca que está fuerte) es porque realmente me impacta. Jack es uno de esos. Y le digo Jack, re confianzuda.

Y hablando de actores, qué personaje más impactante el del indio. O el amerindio, para ser políticamente correcta (ja, ja). Ya desde el principio se nota que trae algo especial. Tal vez por ese cuerpo enorme que parece vacío, que se mueve como si fuera un hueco. Tal vez sea por la torpeza aparatosa de los cuerpos grandes. Pero ya desde lo corporal se va construyendo a este entrañable personaje en el psiquiátrico. El único cuerdo, tal vez. El camuflado. El único libre al final. (El de Billy también es muy lindo personaje.)

Bueno, es re tarde pero tenía ganas de postear algo. Ahora me voy a dormir y mi colchón ahuecado de un lado más que del otro me llama. Pero quería hacer estas observaciones.

Siempre me gustaron las metáforas corporales: es para pensar: el camuflaje, el cuerpo desbordado, la locura, los psiquiátricos, el cuerpo adoctrinado, el cuerpo preso, el cuerpo muerto.

Pienso en Leolo y su hermano que luego de ser humillado por los típicos guapitos del barrio, se vuelve musculoso y enorme, y sin embargo, vuelve a ser humillado por los mismos pelutoditos de siempre aunque pasen muchos años y sus pectorales se hayan vuelto tan enormes que apenas entre por la puerta. Esa escena es genial.

El miedo está adentro.

Sea uno muy grande.

Muy pequeño.

Hombre o mujer.