sábado, 25 de octubre de 2008

NUNCA TE CASES

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE JANE AUSTEN Y BRIDGET JONES

(no pude resistir pegar esta nota que escribí hace un tiempo para no-retornable.com.ar, la revista amiga de revista siamesa).

Se puede decir que hoy en día hay un apogeo de llevar al cine las más clásicas novelas inglesas. Pero una cosa es llevar al cine y otra cosa es actualizar una obra. Para esto hay que haber dialogado con una novela, encontrarle los bordes, amar a sus personajes, saber darse cuenta en qué lugares trasciende las temporalidades, en qué lugares no. Hay pocos ejemplos rescatables de esto, pero indudablemente hay un éxito de taquilla de los últimos años que demuestran que eso es posible: El diario de Bridget Jones.

El diario de Bridget Jones, dirigida por Sharon Maguire, está basado en la novela de Helen Fielding, quien participó también en el guión de la película. Helen Fielding es una gran admiradora de Jane Austen y por eso se puede decir que El diario de… es una cita y un homenaje a Jane y a su novela Orgullo y Prejuicio. Cabe aclarar que se trata de una historia distinta, en el Londres actual, y no en el pequeño pueblo de Elizabeth Benett.

Jane Austen (1775-1817), de quien filmaron Orgullo y prejuicio, Emma, Persuasión y Sensatez y sentimientos, y recientemente, la película Becoming Jane -que intenta ser una biografía de la escritora -, tenía el don de retratar personajes cotidianos, sus diálogos, sus más nobles sentimientos y sus intereses más bajos. En sus libros, el matrimonio, lejos de ser una unión de las almas, era una unión de bienes materiales. Las mujeres eran retratadas como una parte más de ese intercambio. En la película, el eje del dinero, muy marcado en la novela, se corre para que predomine la mirada rosa de la comedia romántica.

En ambas obras, tanto Bridget como Lizzy, tienen que decidir entre dos galanes: uno que despierta admiración, que es buen mozo y seductor, y sin embargo, no es sincero, y otro, huraño y malhumorado, que siempre dice lo que no tiene que decir, pero que tiene buenos sentimientos. Ambas tienen que lograr casarse ya que el matrimonio es considerado el triunfo frente a sus adversarios, que son sencillamente todos aquellos que no lo consideraban posible, y es así mismo, el gran final feliz.

No sólo recrea situaciones de Orgullo y Prejuicio, El personaje de “Darcy”, interpretado en la película por Colin Firth, está basado en el personaje de “Darcy” de Orgullo y Prejuicio. La relación de ambas heroínas (o antiheroinas) con sus padres también se parece. Mujeres apegadas al padre, aunque la imagen del padre no sea muy fuerte. Alejadas de la imagen casi ridícula de la madre. Esta ridiculez es llevada al extremo en Bridget Jones, donde, en una suerte de actualización del personaje, la ridiculez de la madre se trata ahora de una ridiculez mediática.

Helen supo capturar de alguna manera de qué hablaba Austen. Porque más del orgullo o el prejucio, la sensatez o los sentimientos, la escritora sabía retratar las expectativas de las mujeres con respecto al amor. También de qué manera se siente la presión social del matrimonio. Recuerden la escena en qué Bridget Jones está sentada en una reunión de amigos cuando una de ellos le pregunta “y… qué se siente ser soltera a los 30”. De la misma manera, Elizabeth Bennet, debe soportar las miradas desaprobatorias de su madre y de sus amigas cuando rechaza a un pretendiente bastante idiota pero conveniente.

Otro personaje femenino muy repetido en las novelas de Austen es la mujer que, cansada de esperar a su galán, termina por casarse con el fin de más tranquilidad económica. Se le opone otra mujer, la heroína, que, a pesar de las presiones sociales de la época, su situación económica precaria, y la propia soledad, prefiere esperar y casarse por amor.

Tal vez ella misma tenía un poco de ambos personajes. Sus biógrafos hablan de un romance que tuvo en su juventud con un joven llamado Tom Lefroy. El joven llegó a su pueblo y comenzó a pretenderla casi inmediatamente. La gente hablaba de los dos (Ya saben lo que se dice: Pueblo chico…). Era escandalosa la manera en que estaban juntos en todos los bailes de sociedad. Pronto comenzó a rumorearse que iban a casarse. Sin embargo, algo pasó. Los historiadores no saben qué fue lo que determinó la separación. Jane sólo volvería a tener una propuesta matrimonial pasados sus treinta años. Dicen que primero aceptó y al otro día se arrepintió. Se hubiera casado sólo para mejorar la situación económica que no la trataba muy bien ni a ella ni a su madre, en una época que sólo los hombres podían heredar bienes.

Tal vez, de alguna manera, Jane Austen, era como una Bridget del Siglo XVIII, atribulada ella misma por los mismos pensamientos de matrimonio y soledad que recorren toda su obra. Pero Jane Austen no conoció lo que sus heroínas sí: el final feliz del matrimonio. Murió a los 42 años al lado de su hermana, Cassandra. Pudo disfrutar de mucho reconocimiento y unos modestos ingresos como escritora. Tom Lefroy le puso a su primer hija el nombre de Jane.

1 comentario:

Vivian dijo...

no es que yo piense que el único final feliz es el del matrimonio eh. pero jane sí lo pensaba.